Elena
quería abrir una botella de vino y acabársela sola. La ayudaría a borrar, a
aquel hombre del que se enamoró, para siempre de la cabeza y el corazón, borrar
las palabras que la hacían sentir tan hermosa como deseada, tan frágil, tan
especial y a la vez, tan engañada.
Solo
ebria podría decirle (a una foto) todo lo que tenía guardado muy dentro del alma, podría
gritarle y preguntarle ¿por qué la ilusionó así? Para luego irse sin mayor
explicación.
La
primera copa de vino sería por ella.
La
segunda copa, por él.
La
tercera, por los dos.
Y la
cuarta de resignación.
En su
mundo perfecto, miraría el teléfono y leería un mensaje suyo diciendo “quiero
verte, necesitamos hablar, te debo explicar algo”, pero la realidad era solo el
doloroso silencio.
En su
mundo perfecto, ambos estarían en una playa a media tarde cogidos de la mano y
él diría:-te quiero besar cada día de mi vida-.
Abrió
aquella botella y empezó a beber lentamente mientras lloraba haciéndose muchas
preguntas; aunque mañana le dolería la cabeza y prometiera no volver a beber nunca
más, la verdad es que solo quisiera volver a beber con él y perder la cabeza.
Tal
vez lo romantizó o idealizó demasiado, nunca hubieron promesas o planes futuros, pero ella tenía la ilusión porque sentía que cada momento que pasaban juntos
era único, irrepetible, memorable, como magia en el aire.
Y le
duele el silencio cada día, daría lo que fuera por sentirse ella misma
nuevamente, por sentirse libre de ese sentimiento que no es amor porque
solo la lastima.
Ni
siquiera lo odia o le guarda rencor, solo tiene un poco de esperanza a pesar de todo.
Tal
vez uno de estos días él decida que quiera volver a verla y buscarla.
Tal vez uno de
estos días, ella decida que no quiere verlo más.
Tal vez uno de
estos días Dios o el universo hagan su magia y vuelvan a estar juntos en una
playa tomando vino.
Autora: María Karla Becerra Cabanillas
Escrito en el año 2014
Imagen utilizada de
https://wallhere.com/es/wallpaper/1968263
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