sábado, 28 de diciembre de 2024

RELATO CORTO: EL VUELO DE HELENA



En un pequeño pueblo andino, cierto día llegó a vivir Helena, una mujer tan enigmática como amable, tan hermosa como inteligente, tan sensible como valiente. De bella figura, cabello azabache y mirada inquietante. Nadie sabía de dónde venía, si tenía familia o amigos, pues nunca la visitaban ni ella viajaba. Simplemente llegó y se quedó. ¿A qué se dedicaba? Tampoco se sabía, pero poco a poco se fue integrando con los lugareños y terminó enseñando en la escuela.

Al atardecer, cada día caminaba por un sendero que daba a un pequeño abismo, cuya vista era un regalo para sus ojos. Lleno de vegetación y color, le gustaba admirar a los pájaros que volaban libremente y se posaban en las flores. Sonreía al verlos cortejarse entre ellos. Pasaba media hora contemplando el horizonte y luego regresaba a casa.

Todos en el pueblo empezaron a inventar historias sobre ella. Nadie se atrevía a preguntarle por su pasado. Algunos decían que huía de algo o alguien; otros, que había perdido seres amados y se quedó sola en el mundo. También murmuraban que la habían abandonado en el altar y, los más creativos, decían que era un ser mágico que había llegado para proteger al pueblo.

Helena estaba a gusto en su pequeña casa. Los vecinos siempre estaban pendientes de que no le faltara nada, la invitaban a las celebraciones tradicionales, las fiestas de cumpleaños, le contaban las leyendas del lugar y las historias que se transmitían oralmente de generación en generación. A ella le gustó mucho una de ellas, la de la fundación del pueblo. Una de las indígenas fundadoras, llamada Wayta, sufrió mucho por defender a su gente y lograr conseguir esas tierras. Tenía un corazón bondadoso y puro, pero confió demasiado en el hombre que la traicionó. Wayta quedó tan devastada que corrió al abismo, abrió los brazos y rogó al Dios Sol que la liberara de todo el pesar que cargaba en su alma, y se lanzó. En ese instante, le salieron alas y voló lejos; nunca más se le volvió a ver.

Tanto le impactó aquella historia que se sintió identificada con aquella mujer. Helena también quería liberarse de todo el peso que cargaba en su alma y corazón. Todos la llenaban de elogio, pero rebotaban en su espalda como plumas que iban completando aquellas alas imaginarias. Cierto día, llegó un forastero preguntando por Helena. Todos sintieron curiosidad, pues, en los cuatro años que llevaba viviendo allí, nunca había recibido visita alguna El hombre entró a la casa de Helena y se quedó por lo menos un par de horas. Luego, así como vino, se fue.

Nunca Helena tuvo la mirada más perdida y triste. Poco a poco dejó de ser la mujer que todos conocieron: ya no confraternizaba e iba adelgazando con el pasar de los días. La última vez que la vieron fue en la iglesia. Ella dejó un donativo, los miró a todos, les dio una sonrisa sincera de agradecimiento y salió de allí.

Desde ese día, no la volvieron a ver más. Su casa quedó limpia; cada una de sus pertenencias estaba etiquetada como regalo para la gente del pueblo. Se tejieron nuevas historias. Unos decían que era la indígena Wayta y había regresado para ver de nuevo a su pueblo; otros, que había vuelto a huir en la noche hacia otro lugar para que no la encontraran. Los más avezados aseguraban que, como Wayta, estiró los brazos, le salieron alas y voló lejos, siendo liberada de sus penas. Así, cada uno fue inventando una historia tras otra sobre la mujer de mirada enigmática pero amable.

Helena, Helena… un alma rota, pero no perdida; un corazón triste, pero no desesperanzado. Ella solo quería paz, libertad, olvidar, volver a nacer, volver a creer. Y estiró sus brazos, sus alas se abrieron y voló. Voló lejos, voló como los pájaros que tanto admiraba, voló hacia el cielo sin más despedidas que el adiós al cuerpo enfermo que la contenía.



Escritora: María Karla Becerra Cabanillas
Escrito en el año 2024.

Imagen generada por IA.

sábado, 14 de diciembre de 2024

POEMA: TÚ

Tú, mi refugio 
en la tormenta,
y mi abrigo 
en una fría temporada.
 
Tú, la luz que me alumbra 
en medio de las sombras,
y las estrellas que me miran 
cuando me inunda la nostalgia.
 
Tú, la dulce paz 
con la que despierto cada día,
y la seguridad 
ante cualquier adversidad.
 
Tú, el amor que soñaba 
en largas veladas,
y el cariño que necesitaba 
para que mis heridas sanaran.


Escritora: María Karla Becerra Cabanillas
Escrito en el año 2002.

Imagen generada por IA.

domingo, 8 de diciembre de 2024

RELATO CORTO: UN LUGAR SOÑADO

Kiara y Jenifer eran amigas desde muy pequeñas. Se conocieron en el nido al coger el mismo ábaco. Ninguna peleó; simplemente se miraron, sonrieron y jugaron con las bolitas de colores.
Desde ese día, desarrollaron una gran afinidad. A pesar de estudiar en colegios distintos, su amistad creció y se fortaleció con los años.

Solían reunirse en casa de Jenifer y soñaban con viajar, recorrer el mundo para conocer, explorar y, ¿por qué no?, enamorarse de algún lugareño.
Tenían un mapa donde marcaban sus destinos favoritos y siempre discutían sobre cuál sería el primero. Esas riñas, sin embargo, no duraban mucho: un par de caramelos o chocolates, cuidadosamente escondidos en el velador de Jenifer, bastaban para apaciguar cualquier desacuerdo y terminaban riendo, porque, al final, no importaba por dónde empezaran, siempre lo harían juntas.
Ambas llevaban una cadenita de plata con un colgante en forma de ábaco, recuerdo del día en que se conocieron. Fue un regalo que sus padres les dieron una Navidad que pasaron juntas, cuando tenían quince años.

Al terminar la universidad y conseguir sus primeros trabajos, comenzaron a ahorrar cada moneda y billete con el firme objetivo de viajar. Se imaginaban recostadas sobre un suave césped, rodeadas de árboles, mirando montañas, oliendo flores, respirando aire puro, riendo, conversando, soñando y, por supuesto, brindando con vino.
Sin embargo, la repentina muerte de los padres de Kiara pospuso el esperado viaje. Jenifer, como una verdadera hermana, no la dejó sola. La acompañó en su duelo y esperó pacientemente hasta que ambas estuvieran emocionalmente listas para aventurarse por el mundo. A pesar del dolor, Kiara sabía que necesitaba viajar; su papá siempre la había animado a seguir sus sueños.

Finalmente llegó el día. Su primer destino sería la bella Suiza. Habían investigado la mejor temporada para ir y planificado todo: hospedaje, lugares turísticos, restaurantes y otros sitios por descubrir.
Su llegada a Suiza fue un sueño hecho realidad. La emoción desbordaba sus corazones, que latían como si miles de caballos galoparan a la vez. Al llegar al hotel, no pudieron resistir la tentación de saltar en la cama como niñas. Tanto brincaron que sábanas, cobijas y almohadas acabaron en el suelo, mientras ellas reían con la felicidad absoluta que da cumplir un sueño, sobre todo cuando se comparte con alguien especial.
Agotadas por el viaje y la emoción del momento, se durmieron profundamente tras la cena, soñando con las maravillas que les esperaban al día siguiente.

Por la mañana visitaron los Alpes, un paisaje idílico que superó sus expectativas. Había infinitos tonos de verde en las montañas, árboles de formas diversas, flores de colores y tamaños únicos, y pequeños senderos que invitaban a ser explorados. Finalmente, se recostaron sobre el césped, sintieron el calor del sol en sus rostros, cerraron los ojos y respiraron profundamente. El aire olía a naturaleza, a sueños cumplidos, a amistad y a recuerdos. Por supuesto, no faltó el vino para brindar por la vida, por los padres de Kiara y por ellas mismas.
El viaje les regaló paisajes aún más hermosos, llenos de colores. Tomaron tantas fotos y grabaron tantos videos como pudieron para capturar cada momento. Aunque los olores, las emociones y la calidez del lugar eran imposibles de inmortalizar, intentaron describir con palabras lo que sentían, porque lo que alguna vez imaginaron de niñas, ahora lo vivían con plenitud.


De regreso a casa, comenzaron a planificar su próximo viaje. Sin embargo, este se pospuso tres años, pues Jenifer enfermó gravemente. Kiara estuvo a su lado en cada paso, cada procedimiento y cada intervención. No importaba cuánto tiempo tuvieran que esperar: sabían que su próximo viaje sería incluso mejor que el primero.
El destino elegido fue Grecia. Cuando finalmente lograron ir, repitieron su tradición: saltar en la cama hasta que todo terminara en el suelo, incluida la sábana. Así como la naturaleza renace cada día, ellas también renacían con cada prueba. Estaban listas para seguir explorando, descubriendo el mundo y, ¿por qué no?, enamorarse de algún lugareño.

Escritora: María Karla Becerra Cabanillas
Escrito en el año 2004.

Imágenes generadas por IA

martes, 3 de diciembre de 2024

POEMA: ABRAZARTE

 

Algún día, mis sueños
se harán realidad,
podré tocarte,
podré abrazarte.

Porque mi anhelante corazón
te siente en cada oración,
y a mi acongojada alma
tú le devuelves la calma.

Cerrando los ojos,
te imagino a mi lado,
y en mis sueños,
voy a tu encuentro.

¿Sabes? Te necesito,
necesito que escuches
mis palabras y sientas mi llanto,
necesito… abrazarte.


Escritora: María Karla Becerra Cabanillas
Escrito en el año 2003.

Imagen generada por IA.

DESTACADOS

POEMA: MIS CONDICIONES

Te puedo regalar un beso, pero no mi corazón. Te puedo regalar un abrazo, pero no mi regazo.   Te entrego mi cariño, pero no mi amor. Te ent...