sábado, 20 de abril de 2024

CRÓNICA: DESDE MI VENTANA-DURANTE LA PANDEMIA


Desde mi ventana he visto muchas cosas pasar: el viento fuerte, muchas personas vestidas para diferentes estaciones del año, niños, mujeres y hombres… todos cambiando a través del tiempo, vecinos nuevos, personas que van y vienen, chatarreros que de vez en cuando pasan pregonando y hasta afiladores de cuchillos con su silbido característico, pero nada, nada, me prepararía para lo que vendría después. Ver calles vacías, sin niños, personas o animales, nada me preparó para luego ver personas cubiertas, tapadas, protegidas por tapabocas o protectores faciales.
 
En un abrir y cerrar de ojos parece que entré en una película de ciencia ficción, de esas en las que la gente se enferma, pero los científicos encuentran rápidamente la cura y todos regresamos a la normalidad o de esas en las que parece que el mundo se va a terminar, pero mágicamente aparecen héroes con poderes y nos liberan del mal.
 
En esta versión de la historia todos somos súper héroes, todos somos responsables, todos somos protagonistas, todos somos… uno.
 
El año pasado veíamos con cierto relajo en las noticias como en China se desató el llamado “Coronavirus”, una enfermedad que iba enfermando y matando personas; esa realidad nos parecía lejana, sin embargo, este año debido a múltiples razones médicas, científicas, religiosas o cualquiera de ellas y hasta ninguna, el virus llegó directo y sin escalas a mi querido país, Perú.
 
He perdido amigos, familiares y conocidos, he llorado las pérdidas y con profunda pena les rendí un adiós lejano porque no había forma de despedirlos como es la costumbre. También, me he indignado terriblemente con la indiferencia de la gente, la criollada de algunos, la desidia de muchos y la viveza de otros que llegaron al poder dizque para ayudar al más necesitado.
 
He sentido miedo, angustia, tensión, sentimientos encontrados al ver y escuchar cada día las noticias, sin embargo, el ser humano es capaz de sacar fuerza, sanar y, sobre todo, aprovechar las oportunidades como lo hice yo haciendo un alto a mi vida. Ha sido tiempo de parar, dejar de correr para encontrarme y retomar mucho de mí que estaba olvidado.
 
Tomar decisiones difíciles bajo estas circunstancias es cosa de valientes y creo que yo lo soy, porque he tenido que renunciar a mucho para ganar, retroceder un poco solo para tomar impulso y hacer una limpieza mental-emocional. De pronto mi cerebro y mi corazón se han desconectado y la reconexión ha sido dura, una batalla interna entre el desaliento y esa chispa de luz que motiva y recupera el ánimo, las ganas de seguir y vivir. He salido airosa del mal tiempo gracias al apoyo de ángeles terrenales llamados familia.
 
Esta pandemia lo cambió todo y nos cambió a todos, nos quitó mucho pero también nos regaló algo que estábamos olvidando y era “valorar el tiempo y la vida”. Este tiempo me ha permitido no sólo ver desde mi ventana hacia afuera sino hacia mi ventana interior. Todos tenemos ventanas en casa y es importante limpiarlas, sino todos los días, pues, dejando un día o hasta una vez a la semana porque si nunca las limpiamos, se empañarán y no nos dejarán ver lo maravilloso que es el mundo, como lo hermoso que tenemos en el alma.
 
El mundo sufre mucho, las pérdidas son dolorosas, podemos contar los muertos por miles, los cambios son complicados y ha sido tan rápido y abrumador que afectó nuestra forma de vida, nuestras costumbres. Sin darnos cuenta de marzo hemos pasado a septiembre.
Los que somos padres ahora somos docentes, psicólogos, terapistas, profesores de educación física, de danza, decoradores, cocineros y pasteleros en potencia. El tiempo pasa volando y debemos lidiar el día a día con las frases de nuestros hijos “estoy aburrido”, “tengo hambre”, “ya me cansé de la tarea”, “quiero salir al parque” o “¿por qué aún no podemos salir?”
 
Esta pandemia sacó y saca lo mejor de uno o lo peor porque, si vemos a diario la televisión nos damos cuenta que existen personas indiferentes, sin luz de esperanza, sin el mínimo destello de asertividad. Cada día perdemos gente, eso debería bastar para hacernos reflexionar y mejorar como personas; hacer un alto, respirar, descansar y volver a arrancar lento, despacio, seguros y firmes.
 
Hoy, miro desde mi ventana y el panorama no es alentador, pero veo hacía mi ventana interior y hay mucha esperanza, mucho ánimo, mucho optimismo y quiero creer que los seres humanos nos daremos cuenta que nadie vendrá a salvarnos más que nosotros mismos, nadie más que yo o que tú porque podemos ser y hacer la diferencia.
 
Espero que pronto pueda volver a ver por mi ventana y ver gente sonriente, trabajadores honrados, niños corriendo sin miedo. Espero también, que pronto pueda abrir esa puerta y salir con los brazos abiertos para abrazar nuevamente a mi gente, a mi familia, a la vida. Reflexionando sobre los errores del pasado, ese pasado que nos permitirá mejorar el futuro y vivir un presente con dignidad y responsabilidad.
 
Ya es hora de cerrar la ventana por hoy, de ir a descansar y soñar… soñar con un mundo sano, con salud física, ambiental y, sobre todo, emocional. ¡Buenas Noches!


Autora: María Karla Becerra Cabanillas
Escrito en el año 2020

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